Creemos en el Dios que ama a los jóvenes
(Eduardo Meana)
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Porque es un amor especial, un amor de predilección,
Su mirada es tan paternal, tan gozosa al verlos crecer.
Siento como quiere abrazar, el alma de cada uno ya,
Como quiere a cada joven alcanzar.
Creemos en el Dios que ama a los jóvenes,
Creemos en el Dios que ama a los jóvenes.
Sigo al Cristo que pide hoy, “dejen que ellos vengan a mí”
Entre ellos Él quiere estar, muy a gusto se siente allí.
Y yo estoy también por ahí, a ese encuentro me asomo feliz,
Cristo y los jóvenes son mi lugar.
Ese amor hasta en el peor, y más turbio mundo interior,
Busca y siempre sabe encontrar, fondos de inocencia y de luz,
Territorio virgen quizás, que semilla buena espera aún
Y el sudor amigo de algún sembrador.
Un amor que da libertad, y al rebelde aún quiere amar,
Y que atrae con suavidad y al lejano sabe esperar.
Agridulce es la libertad, los hijos la aprenden con dolor,
Y el Padre es paciente y es educador.
Solamente posee Dios, esa llave que Él diseñó,
Para en cada joven abrir el secreto del corazón.
Ellos dan su llave también, al que saben que los quiere bien
Y con ellos sintoniza vida y fe.
Infinita es su compasión, porque es frágil la juventud,
Existencia en sueño inicial, vulnerable proyecto aún.
Los acecha aquel predador que puede marcarlos con su mal
Hasta malherirlos si no hay un pastor.
Siento su torrente de amor, conmovido amo a este Dios,
Da a los chicos y a su dolor, su infinito mar, su bondad.
Y rejuvenece mi fe, “y me reconozco uno más”
Soy también un hijo que Dios quiso amar.
Y también yo quiero cuidar los hijos que Dios nos confió
Y en mi vida así prolongar su ternura y predilección.
Junto a cada joven, tu y yo, su sagrada vida defender,
Su sagrada vida hace florecer.
Su mirada es tan paternal, tan gozosa al verlos crecer.
Siento como quiere abrazar, el alma de cada uno ya,
Como quiere a cada joven alcanzar.
Creemos en el Dios que ama a los jóvenes,
Creemos en el Dios que ama a los jóvenes.
Sigo al Cristo que pide hoy, “dejen que ellos vengan a mí”
Entre ellos Él quiere estar, muy a gusto se siente allí.
Y yo estoy también por ahí, a ese encuentro me asomo feliz,
Cristo y los jóvenes son mi lugar.
Ese amor hasta en el peor, y más turbio mundo interior,
Busca y siempre sabe encontrar, fondos de inocencia y de luz,
Territorio virgen quizás, que semilla buena espera aún
Y el sudor amigo de algún sembrador.
Un amor que da libertad, y al rebelde aún quiere amar,
Y que atrae con suavidad y al lejano sabe esperar.
Agridulce es la libertad, los hijos la aprenden con dolor,
Y el Padre es paciente y es educador.
Solamente posee Dios, esa llave que Él diseñó,
Para en cada joven abrir el secreto del corazón.
Ellos dan su llave también, al que saben que los quiere bien
Y con ellos sintoniza vida y fe.
Infinita es su compasión, porque es frágil la juventud,
Existencia en sueño inicial, vulnerable proyecto aún.
Los acecha aquel predador que puede marcarlos con su mal
Hasta malherirlos si no hay un pastor.
Siento su torrente de amor, conmovido amo a este Dios,
Da a los chicos y a su dolor, su infinito mar, su bondad.
Y rejuvenece mi fe, “y me reconozco uno más”
Soy también un hijo que Dios quiso amar.
Y también yo quiero cuidar los hijos que Dios nos confió
Y en mi vida así prolongar su ternura y predilección.
Junto a cada joven, tu y yo, su sagrada vida defender,
Su sagrada vida hace florecer.
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Ver video en: http://www.youtube.com/watch?v=5bSxTmQu9eE