«Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y los que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos.»
Por una razón estamos aquí, porque Cristo nos ha llamado, nos ha escogido, y nosotros hemos respondido aceptando.
Cristo nos escogió para darnos a conocer su Vida, sus enseñanzas, y todo lo que ha oído de su Padre; y que así, podamos anunciarlo a los demás, a quienes no lo conocen, como lo hacían los profetas y los apóstoles en la antigüedad, y como lo han hecho muchos santos y santas.
Nuestra tarea es importante, sí, lo es; porque somos los encargados de la transmisión, del Evangelio entre los hombres.
Misionar es dar testimonio. Misionar es ser testigos de esperanza, de Vida Eterna, de felicidad, de Verdad, que es Cristo. Testigos de Salvación en Jesucristo.
Misionar no es una tarea fácil, requiere de mucho tiempo y dedicación, pero Dios nos la encomendó, y no podemos fallarle, no a Aquél que dio su vida y que sufrió tanto por nuestra Salvación. No podemos permanecer de brazos cruzados sabiendo que muchos hombres y mujeres trabajaron por entregar la semilla del Evangelio, incluso llegando a dar su vida por defender su fe.
No debemos caer en el desgano, en la indiferencia, en el desaliento… Dios nos ama, entreguemos ese amor a los demás, transmitamos verdaderamente a un Cristo vivo.
Que realmente los demás vean en nosotros la alegría y la felicidad de Dios, ésa es la mejor manera de misionar. Cristo resucitó, no lo dejemos morir. ¡Sonriamos que Jesús nos ama!
¡Jesucristo ha resucitado!… ¡Verdaderamente ha resucitado!